Desde plataformas rudimentarias en la antigüedad hasta sistemas inteligentes sin cables, el ascensor es uno de los inventos que cambió para siempre la forma de habitar las ciudades. En esta nota, te contamos su historia.

Un viaje vertical que empezó hace más de 2000 años

El deseo de mover personas y objetos en forma vertical no es nuevo. Se remonta al siglo III a. C., cuando el matemático griego Arquímedes diseñó un sistema de poleas y cuerdas que puede considerarse el primer antecedente del ascensor. Siglos más tarde, durante el Imperio Romano, se utilizaron plataformas elevadoras para subir animales y escenografías al interior del Coliseo. Estos sistemas eran impulsados por fuerza humana o animal y operaban con mecanismos simples pero eficaces.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, los elevadores continuaron evolucionando en palacios y fortalezas, aunque aún estaban lejos de ser sistemas automatizados. En el siglo XVIII, el rey Luis XV mandó construir una “silla voladora” en el Palacio de Versalles, que se desplazaba verticalmente mediante un sistema de poleas accionado desde abajo. Fue una solución exclusiva y manual, pensada para el confort personal del monarca.

El siglo XIX: nace el ascensor moderno

La verdadera revolución llegó con la Revolución Industrial. La necesidad de mover mercancías dentro de fábricas impulsó la aparición de los primeros elevadores a vapor. Pero el gran salto ocurrió en 1853, cuando el inventor estadounidense Elisha Graves Otis presentó en Nueva York un mecanismo de seguridad que evitaba la caída libre en caso de ruptura del cable. Para demostrar su eficacia, Otis realizó una prueba pública: cortó la cuerda del elevador en pleno funcionamiento y el freno de seguridad impidió que la cabina cayera. Su frase “All safe, gentlemen” marcó un antes y un después.

Cuatro años más tarde, en 1857, se instaló el primer ascensor comercial en los almacenes Haughwout de Nueva York. Funcionaba con un motor a vapor, alcanzaba cinco pisos y sentó las bases del desarrollo vertical de las ciudades. Gracias al sistema de seguridad, la confianza en estos dispositivos aumentó rápidamente.

De la hidráulica al motor eléctrico

A fines del siglo XIX, surgieron nuevas variantes de ascensores. En 1867, el francés Félix Léon Edoux presentó un sistema hidráulico capaz de transportar grandes cargas. Poco después, comenzó a implementarse la tracción eléctrica, primero con engranajes y luego con motores sin reductores (gearless), que permitieron una mayor velocidad y eficiencia.

Estos avances coincidieron con el auge de los rascacielos en ciudades como Nueva York y Chicago. Sin el ascensor, edificios de más de cinco pisos habrían sido impensables. En paralelo, comenzaron a desarrollarse normativas y estándares de seguridad que, con el tiempo, se volverían obligatorios en todo el mundo.

El ascensor en el siglo XX: automatización y accesibilidad

Durante el siglo XX, los ascensores se volvieron cada vez más seguros, rápidos y accesibles. Se reemplazaron los operarios por sistemas automáticos, se incorporaron sensores, indicadores digitales y botones en braille. La ingeniería mecánica se combinó con la electrónica, y el ascensor dejó de ser un lujo para transformarse en un servicio esencial.

En las últimas décadas, los fabricantes introdujeron mejoras en eficiencia energética y diseño. Por ejemplo, el sistema Gen2 de Otis, lanzado en 2005, reemplazó los cables de acero por correas planas y silenciosas, reduciendo el consumo y el desgaste. En paralelo, la arquitectura comenzó a integrar soluciones como ascensores panorámicos, sin sala de máquinas (MRL) y con sistemas inteligentes de control de tráfico.

¿Y el futuro?

Hoy, el ascensor sigue evolucionando. Se están desarrollando modelos sin cables, que se desplazan tanto vertical como horizontalmente, como el sistema MULTI de la empresa Thyssenkrupp. También se avanza en integración con tecnologías IoT, mantenimiento predictivo y sistemas adaptativos según la demanda en tiempo real.
Lejos de haber alcanzado su techo, el ascensor sigue siendo un símbolo de innovación urbana.

Conclusión

La historia del ascensor es también la historia de nuestras ciudades. Desde Arquímedes hasta los rascacielos del siglo XXI, este invento fue clave para transformar la forma en que vivimos, trabajamos y nos movemos. Conocer su evolución es reconocer el valor del diseño, la seguridad y la tecnología al servicio de las personas.

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